En la orilla


En estos pocos días que restan de 2024 muchos alzamos la mirada para ver cuán grande era el océano que hemos navegado, cuántas galernas nos han hecho frente, y las que estén por venir. Y entre tempesta y tempesta, breves fulgores nos maravillaron aunque sólo fuera por un instante pasajero que ya de por sí justifican la travesía.

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Este año hemos tenido que presenciar cómo las guerras cercanas a nuestro jardín se enquistan, y visten el mundo de un color frío y genocida, o cómo el hambre y las plagas siguen reclamando millones de almas, muchas de ellas inocentes. Aunque el colosal adversario que se erige como el que podrá fin al constructo humano, ese calentamiento global que muchos ignoran o justifican por intereses políticos, ya asoma con consecuencias catastróficas evidenciando que los que hablaban hace más de 4 décadas de estas calamidades estaban en lo cierto.

O no les quisimos creer, o peor, elegimos a gente que no les quiso creer, priorizando la economía capitalista al humanismo ante eventos que son una amenaza para toda la especie humana.

Lejos de tener un cariz pesimista, convendría ser productivos y aportar, aunque sea un mínimo, a la solución, e intentar vivir con realismo y ser consecuentes, e intentar saborear esas pequeñas guindas que la vida nos pone en la travesía para mantener un optimismo que pueda decantar la balanza.

Por mi parte, seguiré alzando la voz en mi entorno y combatiendo ese morbo que hoy día es otra enfermedad, los bulos y la anticiencia. Seguiré guiando a gente por entornos naturales con la esperanza de que entiendan lo valioso que es no perder esa conexión que teníamos hasta no hace mucho con nuestra madre tierra y lo peligroso que será cuando alcancemos el punto de inflexión, de no retorno.


Seguiré retratando esos fenómenos de la naturaleza para que el mundo entienda que tenemos algo por lo que luchar, siendo todos una familia e intentando dejar a la próxima generación un mundo en el que merezca la pena vivir. Hemos cruzado todo un océano de tiempo y miles de penurias, pero aún hay algo más que cenizas.

No vamos a sucumbir en la orilla.

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