Pasear por las sendas naturales de nuestro entorno es una de esas actividades con infinidad de beneficios para quienes lo disfruten, siendo una forma de activar nuestro cuerpo, instruir nuestro intelecto y agitar diferentes sensibilidades de nuestro espíritu. He tenido compañeros de senda que atravesaban los prados palpando a mano abierta la vegetación y tocaban los árboles para sentir esa comunión con el medio, otros que desentrañaban cada sonido como lingüistas de las aves o del simple rumor de las copas durante las brisas otoñales, por no mencionar esos olores, a hinojo, el almizcle de algún zorro, a tormenta pasada…
Recuerdos tan arraigados en los albores de nuestra memoria los que nos criamos lejos de junglas urbanas y ritmos de vida insanos, al abrigo del progreso, ingrato con las tradiciones y experiencias milenarias, alternando días de dar de comer a las ovejas, a sus corderos, gallinas, conejos, con tardes de pandilla subiéndonos a los árboles, cazando lagartijas o grillos o quizá entrando en ruinas abandonadas o en minas de agua y pasadizos con tan solo unas velas o en el mejor de los casos alguna linterna vieja que hubiera en casa. Recuerdos al fin y al cabo, pero una oportunidad de transmitir esas vivencias a nuestra posterior generación en un tiempo, el digital, en el que las sensaciones se transmiten por Wifi, y el concepto pasa más por compartir en las redes el lugar que visitamos y realizar los exigidos selfies en lugar de ver, sentir, experimentar esos lugares, reflexionando sobre la vida y con compañía a la que puedas hablar y escuchar sin necesidad de tener cobertura o batería, conversaciones boca-oreja.
Esa inmensidad de virtudes son las que permite la naturaleza, que en el caso de Galicia es excelsa y diversa, aunque conlleva ciertas responsabilidades ya que en muchas ocasiones esa diversidad está amenazada por la acción humana, la nuestra, bien con desconocer y omitir qué se hace con los residuos una vez los dejamos en los contenedores, o las políticas medioambientales en una época en la que hay más evidencias que nunca del calentamiento global (y de sus cataclísmicas consecuencias) o bien por acciones directas como tirar colillas en cualquier sitio, hacer barbacoas sin intuir el riesgo que representa, o cualquier pequeño gesto que no se hace desde el respeto y la conciencia.
Esto nos lleva a la clave del problema que se cierne, respetar algo implica valorarlo, y desde luego, conocerlo. Por eso es importante que no perdamos esa comunión con el planeta y dediquemos tiempo de nuestras vidas a conocerlo, porque las experiencias vividas pasarán a ser recuerdos imborrables e irrepetibles y nos plantearemos el respeto a la naturaleza como algo que nos toca de lleno, sintiéndonos heridos cuando algún desastre azote esos parajes y en guardia ante futuras amenazas para preservar ese tesoro que nos ha sido dado sin pedir nada a cambio más que disfrutarlo.
Sendas Naturales https://www.youtube.com/watch?v=T2DhzChj0tc&t=7s